Este año se celebran diez versiones de ENFOTO. Diez años de trabajo que nos han permitido observar de cerca buena parte de los procesos que ha seguido la fotografía de estas latitudes del mundo. Una acelerada década de transformaciones culturales y dentro de la propia fotografía, que ha sido arrastrada a una dinámica difícil de digerir aún y de prever los alcances que podría llegar a tener. La técnica, los tópicos, los discursos, las formas de articular la imagen y sus relatos… Todo parece interrogar al oficio, con preguntas que sacuden décadas de ideas en torno a la imagen fotográfica y sus procesos; ¿qué nos queda? ¿cómo seguimos? ¿a dónde podríamos llegar?
Vivimos un contexto en que la fotografía ha sido arrinconada por la embestida de las inteligencias artificiales y sus algoritmos de interpretación de textos, lo que ha alterado aquello que alguna vez llegamos a entender como “natural” en este sistema de imágenes. Los artificios visuales se multiplican, poniendo al límite la amarra que aún mantiene a la fotografía aferrada a su ilusión de realidad, al tiempo, al lugar, a la materia activada por la luz y a la comunión físico-química para cristalizar este complejo de partículas y particularidades.
En este nuevo paradigma el “instante eterno” se desintegra en incalculables probabilidades futuras, que imponen a la imagen una capacidad, impensada hace 10 años, de proyectar y augurar aquello a lo que podríamos enfrentarnos, tanto en el campo de la representación como en la realidad, independiente de los acontecimientos que se den en la vida material y de las posibilidades que sigamos teniendo de construir imaginarios en base a este plano.
Sin embargo la imagen insiste, es terca. Aunque cada vez más desmaterializada, es imposible deshacerse de su remanencia, de las trazas que se depositan en la gran fosa de referencias con las que se seguirán construyendo las visualidades del futuro. Nos hallamos frente a una especie de cámara ciega con su nervio óptico fijado en un coro de latencias simultáneas, esperando ser activadas por mecanismos de lenguaje cada vez más híbridos y complejos. Sujetos, subjetividades, huellas, relatos a disposición de instrucciones, cálculos y superposiciones capaces de expandir ilimitadamente el universo de sentidos y sinsentidos que hemos acumulado gracias a la existencia de la fotografía.
La obsesión por fijar en un soporte la realidad que hace casi dos siglos llevó a la consolidación de esta inventiva, parece iniciar un camino de retorno, hacia una imagen no revelada, autonomizada de la materia, liberada de la utopía de detener el tiempo y de ser testimonio veraz de la experiencia humana. ¿Qué es la fotografía hoy? ¿una práctica en vías de extinguirse? ¿un lenguaje en infinita expansión? ¿una prótesis para salvarnos de la desmemoria? ¿o el vertedero desde donde las reflexiones estéticas venideras se alimentarán para fabricar sus nuevos universos de valoraciones y juicios?