Por Verónica Zondek

Mundos Quietos de aguas profundas
Pinceladas en torno a la escritura de Cecilia Casanova (Santiago de Chile, 1926-2014)
Poeta, narradora y también pintora de la generación del 50, su obra fue poco leída y poco reconocida. Sus amigos de la palabra, a quienes no quiero nombrar, reconocieron en ella a la poeta pero … Es que en ese mundo, aún no desaparecido del todo, en donde la poesía escrita por mano de mujer queda relegada a las gracias que amenizan una velada, no había lugar para una poesía tan intensa, honda y concentrada. Justamente por eso, es que me interesa alumbrarla a media voz. SUEÑOS: Si los sueños/no se realizan/ es por despertar/ antes de tiempo.
Hace mucho que la leo y siempre me ha abierto a mundos quietos de aguas profundas como sin querer queriendo. Su escritura me pasea por mundos íntimos del mismo modo en que lo hace Vermeer con su pincel. Sus palabras y silencios entierran la aguja del sentido e interrogan el misterio del mundo que nos rodea. El viaje lento y delicado de la poeta, ocurre en la intimidad de su casa, su jardín o entre los seres queridos y amados, estén estos muertos o vivos. Eso no importa, podemos palparlos en su peso específico. No intenta atraparnos con el vozarrón de la verdad sino que nos sopla y abandona sobre el picacho del misterio tangible. REENCARNACIÓN Porque lo conozco/ de tiempos inmemoriales/mi corazón se desbanda/ cuando te veo.
Mujer “de puertas adentro” y de ventanas abiertas y curiosas, amó por sobre todo a la vida. Le sacó el jugo a los tiempos y espacios que habitaban los entres y los usó para anotar lo que daría vida a sus poemas. Con humor y lenguaje ajustado, atrapó la flor del asombro y las alas de los pájaros. Sus libros nos regalan maravillas, tristezas y temblores que en el apuro del cotidiano, olvidamos escuchar. Al leerla, algún desatento podría decir que sus poemas son poca cosa, pero a medida que avanza verá que no hay coma indiscreta, que todo está bajo control y que nada sobra ni falta. La poeta corrige sus versos hasta que dicen exactamente lo que quiere que digan. Y entonces, sus versos quedan ahí como encerrados en un campo magnético que los protege y los proyecta. Una atmósfera que recoge la imagen sin estridencias y la hace mágica. Nunca cuenta una historia completa, más sí entrega la hilacha que nos lleva a la propia. Ese es el espacio y el movimiento, que nos conquista y seduce. Así, poeta y lector, terminan siendo un solo animal.
Para terminar dejemos que ella le pregunte al mirlo ¿QUIÉN ERES? : …/ le pregunto a un mirlo/ que alborota sus alas/ junto a mi ventana/ pero él únicamente me mira/ y emprende el vuelo/ con su secreto.
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